Tatiana mantenía la frescura de su inocencia solo en su edad. A los 14 años ya era madre de un hijo de 18 meses. Era supuestamente católica, aunque en realidad nunca visitaba una iglesia.
Vivía con su suegra en un pequeño cuarto de alquiler al pie de la carretera. Cierto día, al salir se percató de una extraña envoltura debajo de la puerta. Al abrirla descubrió algo que la dejó pasmada.
Era un muñeco de color rojo con varios alfileres incrustados, un pedazo de papel con maldiciones diabólicas y, lo más aterrador, una foto de su pequeño hijo y en ella dibujada la cruz invertida.
La joven se quedó sin aliento. Cuando logró recuperarse vio al otro lado de la calle a una misteriosa mujer con un velo negro cubriendo su rostro. En cuestión de segundos aquella imagen fantasmal desapareció del lugar, dejando un ambiente de misterio y terror.
Después de aquel día su hijo empezó a sufrir extrañas convulsiones. Lanzaba espeluznantes gritos que alertaban a todo el vecindario. Por las noches no podía conciliar el sueño y parecía como si algún espíritu deseara llevarse al pequeño. En el interior de la casa podía sentirse un ambiente pesado y todo aquel que entraba empezaba a marearse. Algunas vecinas decían que allí habitaba un espíritu diabólico y que su hijo estaba poseído. Cansados, los moradores del barrio llegaron hasta la iglesia de la localidad para pedir al sacerdote que expulsara al demonio que estaba atormentando al bebé. El sacerdote accedió y de inmediato se dirigió a la casa. Una vez ahí comenzó a realizar oraciones y a echar agua bendita por todos lados. En ese momento el niño empezó a llorar y a gritar en forma desesperante.
El presbítero colocó sus manos en la cabeza del niño e invocando a Dios exigió que aquel espíritu se vaya. Al poco rato el bebé se calmó. Sin embargo, lo que ocurrió después los paralizó de miedo.
Cuando pensaron que aquel demoníaco espíritu se había marchado, Tatiana cayó al suelo ante el asombro de los presentes. En ese momento un terrorífico sonido salió de su boca. Su cuerpo empezó a elevarse del suelo autoflagelándose.
Sus ojos se tornaron completamente blancos y de su boca brotaba una espuma densa con olor a muerto. El sacerdote comenzó a rezar el Padre Nuestro al tiempo que Tatiana se retorcía en el suelo cuando el agua bendita tocaba su cuerpo. “En el nombre de Dios te ordeno que te largues”, gritaba el cura lanzando agua bendita.
La poseída comenzó a mover la cabeza de una manera tan brusca que parecía arrancarse de su cuerpo. “Muérete, muérete”, decía el demonio que poseía a Tatiana.
El padre tomó una imagen de Jesús en la cruz y con fuerza se la puso en la frente. “El poder de Dios te ordena que salgas”, repetía constantemente hasta que la adolescente recuperó el color de su piel, de ojos y pudo calmarse.
Después de aquella escalofriante experiencia, Tatiana juró nunca más alejarse del camino de Dios. Desde entonces visita constantemente la iglesia. Pero hay quienes dicen que la extraña mujer con velo negro continúa rondando otras casas del sector