domingo, 4 de agosto de 2013

CUENTO: POSESIÓN DIABÓLICA

Tatiana mantenía la frescura de su inocencia solo en su edad. A los 14 años ya era madre de un hijo de 18 meses. Era supuestamente católica, aunque en realidad nunca visitaba una iglesia.
Vivía con su suegra en un pequeño cuarto de alquiler al pie de la carretera. Cierto día, al salir se percató de una extraña envoltura debajo de la puerta. Al abrirla descubrió algo que la dejó pasmada.
Era un muñeco de color rojo con varios alfileres incrustados, un pedazo de papel con maldiciones diabólicas y, lo más aterrador, una foto de su pequeño hijo y en ella dibujada la cruz invertida.
La joven se quedó sin aliento. Cuando logró recuperarse vio al otro lado de la calle a una misteriosa mujer con un velo negro cubriendo su rostro. En cuestión de segundos aquella imagen fantasmal desapareció del lugar, dejando un ambiente de misterio y terror.
Después de aquel día su hijo empezó a sufrir extrañas convulsiones. Lanzaba espeluznantes gritos que alertaban a todo el vecindario. Por las noches no podía conciliar el sueño y parecía como si algún espíritu deseara llevarse al pequeño. En el interior de la casa podía sentirse un ambiente pesado y todo aquel que entraba empezaba a marearse. Algunas vecinas decían que allí habitaba un espíritu diabólico y que su hijo estaba poseído. Cansados, los moradores del barrio llegaron hasta la iglesia de la localidad para pedir al sacerdote que expulsara al demonio que estaba atormentando al bebé. El sacerdote accedió y de inmediato se dirigió a la casa. Una vez ahí comenzó a realizar oraciones y a echar agua bendita por todos lados. En ese momento el niño empezó a llorar y a gritar en forma desesperante.
El presbítero colocó sus manos en la cabeza del niño e invocando a Dios exigió que aquel espíritu se vaya. Al poco rato el bebé se calmó. Sin embargo, lo que ocurrió después los paralizó de miedo.
Cuando pensaron que aquel demoníaco espíritu se había marchado, Tatiana cayó al suelo ante el asombro de los presentes. En ese momento un terrorífico sonido salió de su boca. Su cuerpo empezó a elevarse del suelo autoflagelándose.
Sus ojos se tornaron completamente blancos y de su boca brotaba una espuma densa con olor a muerto. El sacerdote comenzó a rezar el Padre Nuestro al tiempo que Tatiana se retorcía en el suelo cuando el agua bendita tocaba su cuerpo. “En el nombre de Dios te ordeno que te largues”, gritaba el cura lanzando agua bendita.
La poseída comenzó a mover la cabeza de una manera tan brusca que parecía arrancarse de su cuerpo. “Muérete, muérete”, decía el demonio que poseía a Tatiana.
El padre tomó una imagen de Jesús en la cruz y con fuerza se la puso en la frente. “El poder de Dios te ordena que salgas”, repetía constantemente hasta que la adolescente recuperó el color de su piel, de ojos y pudo calmarse.
Después de aquella escalofriante experiencia, Tatiana juró nunca más alejarse del camino de Dios. Desde entonces visita constantemente la iglesia. Pero hay quienes dicen que la extraña mujer con velo negro continúa rondando otras casas del sector

CUENTO: MI AMIGO SINIESTRO

Aurora hubiese deseado desde lo profundo de su corazón que los mes
es de su embarazo fueran la etapa más hermosa de su vida. Sin embargo, la infelicidad parecía empeñarse en hacer de sus días un calvario.
Saber quién era el padre del bebé sería como acertar al número ganador de la lotería, pues trabajaba como prostituta y había perdido la cuenta de los hombres que pasaron por su cama. Nunca planificó a su hijo, pero estaba feliz.

Fue en una noche de invierno, en medio de una violenta tempestad, cuando nació Damián. Aurora vio complacida cómo abría sus ojos descubriendo todo a su alrededor.
Aquella noche los truenos parecían sonar con más fuerza que nunca. “Siento algo extraño en el niño”, dijo doña Olimpia, la partera de confianza de las meretrices. Cuando colocó al bebé envuelto en sábanas junto a su madre se percató de algo perturbador, su cabellera era color rojizo, al igual que el tono de sus ojos, y sus uñas eran extrañamente largas y filudas. Con el tiempo aquellas peculiaridades desaparecieron en Damián, aunque su comportamiento se volvía cada vez más siniestro.
Por las noches, mientras su madre salía a trabajar, quedaba al cuidado de una joven niñera. Para ese entonces ya tenía 5 años. En un momento de descuido, el pequeño desapareció de la vista de su cuidadora, quien desesperada comenzó a buscarlo por toda la casa. “¡Damián, ¿donde estás?!”, repetía angustiada la muchacha.

De pronto escuchó el golpeteo de ollas debajo del mesón. Lentamente caminó hacia el lugar y, cuando abrió la pequeña puerta, vio al niño escondido entre las sombras. “Qué haces allí, casi me matas del susto”, dijo la niñera. “Que no me encuentre, que no me encuentre”, susurraba Damián.
A la mañana siguiente, Aurora se enteró de lo que había sucedido. Intrigada fue a la habitación para ver cómo había amaneciado su hijo. Al entrar, lo halló sentado en el piso conversando como si estuviera con alguien. “¿Con quién hablas hijo?”, dijo preocupada la madre. “Con mi amigo Bill, mamá”.
Llorando lo abrazó y le dijo que solo estaban los dos. De pronto se escucharon pequeños pasos y la puerta se cerró con fuerza. “Ya estamos solos mamá, Billy se acabó de ir”, aseguró. Aurora se erizó del terror. Había escuchado que en ocasiones los niños tienden a crear amigos imaginarios, y que es cuestión de etapas de la edad. Sin embargo, las cosas empezaron a salirse de control.
Días después, a su puerta tocó un vecino, quien preocupado le preguntó a Aurora si no había visto a su cachorro que llevaba horas desaparecido. Ella negó la pregunta y con mucha pena cerró la puerta. En ese instante escuchó el lamento de un perro que provenía del patio.
Descubrió al perro degollado y junto al animal estaba su hijo con un cuchillo de cocina entre sus manos ensangrentadas. “¿Qué hiciste?”, gritó angustiada la madre. “No fui yo mamá, fue Billy”, gritó el niño. Después de aquella horrible escena, la madre entendió que su amado hijo no era el que ella pensaba. Buscó ayuda profesional. Lo mantuvo controlado con medicinas, hasta que llegó a la edad suficiente para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Fuerzas malignas controlaban la otra parte del joven Damián. Al cumplir los 15 años sintió cómo su mente traspasó el límite de la razón y se desató el deseo descontrolado por matar. Su primera víctima fue su propia madre. La apuñaló mientras dormía. Cuando la policía llegó al lugar, halló en las paredes, dibujada con sangre, una carita feliz y debajo la inscripción que decía: ‘Hoy nace una nueva persona... Mi nombre es Billy’.