domingo, 2 de junio de 2013

CUENTO: EL ENGENDRO

  
 Solo han pasado nueve años desde que su madre le permitió nacer, aunque en un principio quería matarlo cuando estaba en su vientre, la idea que el producto de una violación naciera hacia que sus tripas se revolvieran, pero la otra mitad que le pertenecía la mantuvo en pie. Cuando nació ni siquiera volteo a verlo y en la primera oportunidad huyo del sanatorio. Así quedo desamparado el pequeño Ángel, como lo nombraron las enfermeras del hospital Central, aunque en el fondo  no era más que un demonio dormido, después de todo; tuvo nueve meses de reproches y maldiciones.
     Cada quien se hacía cargo de él como podía, pero su generosidad solo llegaba hasta el hospital. Por las noches cuando todos se iban, Ángel; acudía a su lugar preferido para descansar, la morgue. Había desarrollado una extraña y macabra preferencia por la muerte, allí inspeccionaba los cuerpos a su gusto, en ocasiones tomaba herramientas para autopsia y habría los cadáveres, su curiosidad era siniestra, perturbadora, llego al punto de tomar algo de los cuerpos y guardarlos en una cueva improvisada que tenía en los conductos de ventilación, como si fueran trofeos; corazones, pedazos de cerebros, ojos, lenguas, todo enfrascado con formol. Adoraba su  peculiar colección. Gustaba mucho de acomodarse en el regazo de algún muerto y dormir profundamente. Sin embargo sus acciones despertarían sospechas.
    Cuando los  familiares de una niña, que había muerto a causa de  una enfermedad,  descubrieron que a su hija le habían extirpados los ojos,  cortada con violencia su cabellera, y  sus labios arrancados dejando expuesta su dentadura, estallo la alarma. Las autoridades se hicieron presentes para capturar al engendro capaz de cometer estos actos. La impresión fue aplastante para las galenos y enfermeras que ayudaron a buscar al pequeño Ángel, al final lo encontraron; su aspecto era la de un viejo de 80 años, con un bisturí había arrancado el rostro de un anciano muerto y se la puso como una  máscara, parecía una criatura del infierno, y como tal; trepo por las paredes y escapo del lugar, o al menos eso parecía.

    Esa misma tarde realizaron una inspección del conducto descubriendo su espantosa guarida. Hallaron también, animales mutilados, y ratas calcinadas en improvisadas  hoyas. En medio de aquel escenario encontraron la fotografía de una mujer. Las autoridades  la  identificaron como su madre, así supieron dónde buscarlo. Para cuando llegaron había sido demasiado tarde. La mujer se encontraba atada en una silla, con su cabeza ajustada a la cabecera, había sido sedada, y luego envenenada.  Sus parpados cortados,  para que no pueda cerrar sus ojos, frente ella, el pequeño Ángel colgaba muerto de una soga, su cuerpo estaba lleno de cortaduras y en su camiseta blanca con su propia sangre había escrito “sino me viste al nacer, ahora mírame morir”. Después de eso,  el espíritu del Ángel caído ronda los pasillos el Hospital Central.

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