Solo han pasado nueve años desde que su
madre le permitió nacer, aunque en un principio quería matarlo cuando estaba en
su vientre, la idea que el producto de una violación naciera hacia que sus
tripas se revolvieran, pero la otra mitad que le pertenecía la mantuvo en pie.
Cuando nació ni siquiera volteo a verlo y en la primera oportunidad huyo del
sanatorio. Así quedo desamparado el pequeño Ángel, como lo nombraron las
enfermeras del hospital Central, aunque en el fondo no era más que un
demonio dormido, después de todo; tuvo nueve meses de reproches y maldiciones.
Cada quien se hacía cargo de
él como podía, pero su generosidad solo llegaba hasta el hospital. Por las
noches cuando todos se iban, Ángel; acudía a su lugar preferido para descansar,
la morgue. Había desarrollado una extraña y macabra preferencia por la muerte,
allí inspeccionaba los cuerpos a su gusto, en ocasiones tomaba herramientas
para autopsia y habría los cadáveres, su curiosidad era siniestra,
perturbadora, llego al punto de tomar algo de los cuerpos y guardarlos en una
cueva improvisada que tenía en los conductos de ventilación, como si fueran
trofeos; corazones, pedazos de cerebros, ojos, lenguas, todo enfrascado con
formol. Adoraba su peculiar colección. Gustaba mucho de acomodarse en el
regazo de algún muerto y dormir profundamente. Sin embargo sus acciones
despertarían sospechas.
Cuando los familiares de una
niña, que había muerto a causa de una enfermedad, descubrieron que
a su hija le habían extirpados los ojos, cortada con violencia su
cabellera, y sus labios arrancados dejando expuesta su dentadura, estallo
la alarma. Las autoridades se hicieron presentes para capturar al engendro
capaz de cometer estos actos. La impresión fue aplastante para las galenos y
enfermeras que ayudaron a buscar al pequeño Ángel, al final lo encontraron; su
aspecto era la de un viejo de 80 años, con un bisturí había arrancado el rostro
de un anciano muerto y se la puso como una máscara, parecía una criatura
del infierno, y como tal; trepo por las paredes y escapo del lugar, o al menos
eso parecía.
Esa misma tarde realizaron una
inspección del conducto descubriendo su espantosa guarida. Hallaron también,
animales mutilados, y ratas calcinadas en improvisadas hoyas. En medio de
aquel escenario encontraron la fotografía de una mujer. Las autoridades
la identificaron como su madre, así supieron dónde buscarlo. Para cuando
llegaron había sido demasiado tarde. La mujer se encontraba atada en una silla,
con su cabeza ajustada a la cabecera, había sido sedada, y luego
envenenada. Sus parpados cortados, para que no pueda cerrar sus
ojos, frente ella, el pequeño Ángel colgaba muerto de una soga, su cuerpo
estaba lleno de cortaduras y en su camiseta blanca con su propia sangre había
escrito “sino me viste al nacer, ahora mírame morir”. Después de eso, el espíritu del
Ángel caído ronda los pasillos el Hospital Central.

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